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martes, julio 15, 2025

La Encrucijada Política: Cómo la Nueva Derecha Desafía el Progresismo

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El paulatino agotamiento del esquema posdictatorial ha conducido a una crisis multifacética: un evidente estancamiento económico, la depredación irracional de ecosistemas, la inseguridad ciudadana y el desprestigio de las instituciones. En este escenario, se configura el momento de despliegue de una nueva política de derecha, que busca la remodelación general del régimen de los 90, no a través de unas cuantas reformas conservadoras, sino con la implementación de una nueva forma de Estado oligárquico, con una creciente disolución de la democracia y la conculcación de derechos.

Aun cuando el bloque progresista logró detener en parte la emergencia de estas nuevas derechas con el triunfo de Gabriel Boric hace cuatro años, el panorama actual es diferente. El progresismo parece haber asumido la inevitabilidad de su derrota, renunciando a convocar a los sectores populares y refugiándose en el sistema político en búsqueda de su propia reproducción.

El Combustible de la Nueva Derecha

La nueva derecha habla un lenguaje eficaz y despliega una suerte de política extractivista que se sirve de los temores e insatisfacciones de la mayoría desfavorecida como verdadero combustible para el impulso de sus liderazgos. Comprende que la cuestión de la política es la sociedad, a diferencia de la política progresista que parece haber perdido de vista este principio fundamental.

El Desafío de un Nuevo Vértice Político

Si no emerge un nuevo vértice en la política que desestructure la pendularidad estéril y proponga un nuevo camino, no habrá en la escena más que la fuerza refundacional de la derecha antidemocrática. Este nuevo lugar debe surgir desde una clara disposición aliancista, orientada a articular un campo de fuerzas diverso de manera democrática; hilvanado por una vocación antineoliberal que ofrezca al país un camino efectivo de superación de la crisis; y con sentidos reales y convocantes para los segmentos medios y bajos de nuestra sociedad, a los que hay que escuchar con apertura y con los que hay que dialogar incluso cuando no piensen como nosotros.

De lo contrario, la magnitud de la disyuntiva actual, que no fue creada por los problemas del gobierno de Boric o el agotamiento progresista, sino por la larga crisis del orden neoliberal, conducirá inevitablemente al despliegue de una nueva forma de Estado oligárquico, con una creciente disolución de la democracia.

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