El reconocido cantautor argentino Fito Páez ha generado un intenso debate al cuestionar la aparente incongruencia entre el feminismo y la música urbana contemporánea. En una entrevista reciente, Páez expresó su malestar con la «música de una sola nota» que domina las plataformas de streaming, afirmando que esta carece de la melodía y armonía que él valora.
Pero la respuesta más polémica de Páez llegó cuando señaló que si las mujeres «deciden bailar eso» -refiriéndose a la música urbana con letras cuestionables- «después, cuando vayan a defender los derechos al Congreso, no me pidan que les apoye más». Esta declaración ha sido interpretada por algunos como una crítica al supuesto doble discurso de quienes abrazan el feminismo pero consumen productos culturales que refuerzan estereotipos de género.
¿Incompatibilidad entre Feminismo y Música Urbana?
La respuesta de Páez ha generado una interesante discusión sobre los límites y las tensiones entre los movimientos sociales y las expresiones artísticas populares. «¿Acaso pierde autoridad moral una mujer que desea hacer lo que sea con su vida sexual y después lucha por sus derechos?»
, se pregunta la fundadora de la ONG Grow – Género y Trabajo, Georgina Sticco.
Sticco argumenta que esta supuesta incoherencia no se debe a una falta de convicción, sino a la eficacia del sistema patriarcal para insertarse en nuestras prácticas cotidianas sin que lo notemos. «Nos atraviesa por todos lados: la publicidad, las películas, las redes, los algoritmos, los medios, la moda, los discursos médicos, religiosos y educativos»
, apunta.
Desafíos de la Cultura Popular
El debate planteado por Fito Páez pone de manifiesto la complejidad de la relación entre los movimientos sociales y las expresiones culturales populares. Si bien es importante cuestionar los contenidos que refuerzan estereotipos de género, también es necesario reconocer que la música urbana y otras manifestaciones artísticas son espacios de empoderamiento y liberación para muchas personas.
En este sentido, el desafío radica en encontrar formas de conciliar la lucha por la igualdad con el disfrute de la cultura popular, sin caer en juicios simplistas o posturas moralistas. Se trata de un diálogo complejo que requiere de una mirada amplia y comprensiva, capaz de reconocer la riqueza y la diversidad de las expresiones artísticas, así como los avances y los desafíos pendientes en materia de derechos y representación.