Las vacunas han sido una de las intervenciones médicas más exitosas en la historia de la humanidad, salvando millones de vidas. Sin embargo, el movimiento antivacunas sigue propagando mitos y desinformación que ponen en riesgo la salud pública. En este artículo, expertos en inmunología y enfermedades infecciosas desmantelan los principales argumentos en contra de las vacunas y explican por qué son seguras, necesarias y beneficiosas para todos.
Cómo Funcionan las Vacunas
Annette Trombert, bioquímica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, explica que las vacunas buscan generar una reacción inmunológica controlada y protectora. Esto se logra exponiendo al sistema inmunológico a un antígeno, ya sea atenuado, inactivado o solo fragmentos del patógeno. Así, el cuerpo aprende a reconocer y combatir esa amenaza, generando memoria inmunológica que le permitirá reaccionar rápidamente en caso de una futura exposición.
La infectóloga pediátrica María Luz Endeiza agrega que la duración de la protección de las vacunas depende del tipo de virus o bacteria que se busca prevenir. Algunos, como el sarampión, son más estables y los anticuerpos generados pueden durar décadas. Otros, como la influenza o el COVID-19, mutan constantemente, por lo que se requieren formulaciones nuevas para reconocer las variantes emergentes.
Desmintiendo Mitos Antivacunas
La inmunóloga Lorena Ferreira, de la Universidad de Chile, se ha dedicado a combatir la desinformación sobre vacunas en redes sociales. Ella y otros expertos abordan algunos de los principales mitos propagados por el movimiento antivacunas:
Mito: Las vacunas contienen metales pesados que se adhieren al cuerpo
La realidad es que el etilmercurio y el aluminio presentes en algunas vacunas no representan un riesgo para la salud. Según Endeiza, el etilmercurio no es tóxico y se elimina rápidamente del cuerpo. Trombert agrega que el aluminio es un elemento abundante en la naturaleza y lo consumimos en cantidades mucho mayores a las que aporta una vacuna, siendo además rápidamente eliminado.
Mito: Las vacunas causan autismo
Este mito se originó en un estudio de 1998 que fue desacreditado por graves fallas metodológicas y manipulación de datos. Trombert enfatiza que desde entonces numerosos estudios han comprobado que no existe vínculo alguno entre las vacunas y el autismo.
Mito: Las vacunas sobrecargan el sistema inmune de los niños
Endeiza explica que el sistema inmune de los niños pequeños es inmaduro, por lo que requieren múltiples dosis de vacunas para generar una respuesta inmune duradera. Esto no sobrecarga su sistema, sino que lo prepara gradualmente para enfrentar enfermedades peligrosas.
Mito: Las vacunas contra el COVID-19 se hicieron a la rápida
Según Endeiza y Trombert, la tecnología de ARN mensajero utilizada en estas vacunas se venía desarrollando desde hace años y ya se aplicaba en tratamientos contra el cáncer. La aceleración en su desarrollo se debió a la urgencia de la pandemia, no a un proceso apresurado o experimental.
La Importancia de Vacunarse
Trombert enfatiza que, si bien la vacuna no evita completamente el contagio, sí reduce drásticamente las posibilidades de enfermar gravemente o morir. Ferreira agrega que, aunque hay grupos que no pueden vacunarse por razones médicas, la vacunación de la mayoría es crucial para proteger a estos grupos vulnerables.
Endeiza advierte que el éxito de las vacunas en erradicar enfermedades mortales ha hecho que mucha gente olvide lo peligrosas que eran. Sin embargo, cuando la vacunación retrocede, estas enfermedades reaparecen con consecuencias devastadoras, como se ha visto en brotes de sarampión y polio en diferentes partes del mundo.
En conclusión, las vacunas son una de las herramientas médicas más seguras y efectivas para prevenir enfermedades graves y salvar vidas. Ignorar la evidencia científica y ceder a mitos infundados pone en riesgo la salud pública y nos expone a retroceder en los avances logrados gracias a la vacunación.