La guerra comercial desatada por el presidente Donald Trump no tuvo piedad, alcanzando incluso a los lugares más remotos y aislados del planeta. Desde pequeñas islas tropicales hasta desiertos árticos, los aranceles impuestos por la Casa Blanca parecen no tener límites geográficos.
Osos Polares y Colonias Penales: Objetivos Insólitos de los Aranceles
Uno de los destinos más sorprendentes en la lista de objetivos arancelarios de Trump es Jan Mayen, una pequeña isla ártica que alberga más osos polares que habitantes humanos. Esta remota posesión noruega, ubicada a 600 kilómetros al noreste de Islandia, es prácticamente inhabitable y carece de actividad comercial significativa. Sin embargo, los aranceles estadounidenses la alcanzaron, dejando perplejos a los pocos militares y científicos que residen allí.
Otro caso inusual es el de Tokelau, un pequeño país insular del Pacífico Sur compuesto por apenas tres islas coralinas. Con una población de solo 1.500 personas y una economía de subsistencia basada en la agricultura y la pesca, Tokelau tampoco parece ser un objetivo lógico para la guerra comercial de Trump. No obstante, los aranceles del 10% también se hicieron sentir en este remoto rincón del mundo.
Incluso la Isla de Navidad, un territorio australiano en el Océano Índico, no se salvó de los amplios aranceles de Trump. Con menos de 2.000 habitantes y sin exportaciones directas a Estados Unidos, el líder de la isla se mostró desconcertado por haber sido incluido en la lista de objetivos. Según sus propias palabras, «no existe comercio entre la Isla de Navidad y Estados Unidos».
Antártida y Colonias Penales: Cuando los Aranceles Llegan a Todas Partes
La expansión de los aranceles de Trump no se detuvo ni siquiera en los confines del planeta. Las Islas Heard y McDonald, un territorio australiano ubicado en la remota Antártida, también fueron alcanzadas por los gravámenes del 10%. Estas islas, mayormente áridas y de difícil acceso, albergan solo dos volcanes activos y no tienen actividad comercial relevante.
Incluso la Isla Norfolk, una antigua colonia penal británica en el Pacífico, no escapó a los cálculos de la Casa Blanca. Con una población de apenas 2.000 personas y sin exportaciones directas a Estados Unidos, la administración Trump determinó que la isla cobraba aranceles del 58% a productos estadounidenses, por lo que respondió con una tasa del 29%.
Estas medidas han dejado perplejos a los líderes de estos territorios, quienes afirman no tener actividad comercial significativa con Estados Unidos. George Plant, administrador de la Isla Norfolk, declaró: «Que yo sepa, no exportamos nada a Estados Unidos. No cobramos aranceles a nada. Tampoco se me ocurre ninguna barrera no arancelaria que pudiera existir, así que estamos desconcertados».
Más Allá de la Lógica Económica: La Guerra Comercial Global de Trump
Estos casos demuestran que la guerra comercial desatada por la administración Trump no tiene límites geográficos ni respeta la lógica económica. Desde osos polares en el Ártico hasta colonias penales en el Pacífico, ningún rincón del planeta parece estar exento de los amplios aranceles impuestos por la Casa Blanca.
Como señaló el primer ministro australiano Anthony Albanese, «No estoy seguro de que la Isla Norfolk sea un competidor comercial para la gigantesca economía estadounidense. Pero supongo que eso solo demuestra que ningún lugar del mundo está exento de esto».
Esta expansión sin precedentes de los aranceles a lugares remotos y aislados ha generado confusión y desconcierto en los líderes de estos territorios, quienes se preguntan cómo y por qué sus pequeñas economías se han visto alcanzadas por la guerra comercial global de Trump.