El presidente de Chile, Gabriel Boric, y su canciller, Alberto van Klaveren, han reaccionado de manera diferente ante los últimos ataques de Israel contra la Franja de Gaza. Mientras Boric utilizó un lenguaje contundente y directo para condenar las acciones del gobierno israelí, calificándolas de «criminales» y «chacales que el chacal rechazaría», Van Klaveren adoptó un tono más diplomático al abordar el tema.
En una entrevista con CNN Chile, el canciller reconoció que la indignación expresada por Boric refleja la que sienten muchos chilenos frente a la situación en Palestina. Sin embargo, señaló que como ministro de Relaciones Exteriores, él maneja un «lenguaje algo distinto» al del presidente, aunque no necesariamente contradictorio.
Van Klaveren explicó que, si bien Boric y él comparten la misma preocupación por los ataques a la población civil en Gaza, cada uno se expresa de manera diferente según su rol y perspectiva. «Cada uno de nosotros se expresa de una manera distinta y utiliza el lenguaje que le resulta más apropiado desde su punto de vista»
, afirmó el canciller.
¿Romper relaciones con Israel?
Ante la posibilidad de que Chile rompa relaciones diplomáticas con Israel, Van Klaveren señaló que esta opción se ha planteado a nivel político. Sin embargo, hasta ahora, el gobierno ha sido partidario de mantener vínculos con cualquier régimen, independientemente de sus acciones.
Esta postura refleja la complejidad que enfrentan los líderes políticos al abordar conflictos internacionales delicados, donde deben equilibrar sus principios éticos, las presiones diplomáticas y los intereses nacionales. Mientras Boric opta por una condena frontal, Van Klaveren busca mantener una posición más moderada y diplomática.
Perspectivas divergentes, pero un objetivo común
A pesar de sus diferentes enfoques comunicativos, tanto Boric como Van Klaveren comparten la preocupación por la situación en Palestina y la indignación ante los ataques de Israel. Ambos líderes buscan encontrar la mejor manera de abordar este complejo conflicto, ya sea a través de una condena enérgica o de una diplomacia más sutil.
La divergencia en sus estilos refleja la diversidad de perspectivas que pueden existir dentro de un mismo gobierno al enfrentar desafíos internacionales delicados. Sin embargo, el objetivo final de ambos es el mismo: defender los derechos humanos y promover una solución justa y pacífica al conflicto israelí-palestino.
